Mi viejo amigo, después de tiempo vengo a visitarte, he de contar algo que vi cuando fui a visitarte donde tus aguas besan las arenas de una Costa Azul.
Paseaba yo, por la playa de Costa Azul, que a estas alturas del año, no luce tan bien como debería, pero de todos modos la brisa marina aun invita a relajarse con el sonido del mar, mientras las aves marinas juegan con el vaivén de las olas, algunas intentando capturar su alimento otras planeando con el viento, que a estas alturas del año es mas bien frío.
Recorría yo la acera que se encuentra a cierta distancia de las caricias del agua, observando el lienzo marino que se mezclaba con la bóveda celeste, de pronto mi vista se topó con un par de jóvenes sentados en un tronco que el mar ha regresado a la playa, comparten una especie de bebida caliente. En la distancia se les veía conversar tímidamente, intento imaginar de que hablan. Espero la musa me ayude en estos momentos.


Han de saber mis queridos lectores, a pesar de estar en la playa a estas alturas del año aún el frío es muy fuerte en esta época del año, y mis dos protagonistas están con zapatos en la arena, han colocado la nota en la botella, el toma la botella he intenta enviarla al mar con tal mal lanzamiento que la jovencita que lo acompaña no puede evitar reírse ante aquel pobre intento del muchacho. El no es de darse por vencido, y decidido a mostrar su valía se quita los zapatos, se remanga el pantalón, toma la botella de nuevo, se mete hasta donde le permite no mojarse, y esta vez si envía con fuerza la botella, el mar se engulle la botella y con ella la nota.
Ella lo mira diciendo que esta loco, el solo sonríe y la invita a hacer lo mismo, ella solo sonríe, sus enormes ojos sonríen con sus labios, miran el mar y el le dice que caminen hasta la acera donde suelen correr algunos deportistas, caminan de manera cautelosa, ya que la arena no está limpia, hay desperdicios por todos lados, llegan a la acera, se sientan en la banca que con el tiempo ha sido corroído por la brisa marina, aunque hay segmentos que aun están intactos. El la mira e intenta cantar con poco éxito, ella solo lo mira, intenta tal vez descifrar a ese chico que tiene al frente, ella le muestra su celular y pone alguna melodía que irrumpe en contra del sonido natural de las olas y del viento marino, es muy suave, es cómplice; él la invita a bailar con la melodía, una tras otra vas pasando las melodías, el la hace girar de cuando en cuando, no es un ritmo muy acompasado, pero lo disfrutan; en más de una ocasión sus cuerpos se acercan, pero sus rostros se acercan más, es una invitación, el aire cambia y sus latidos acompañan a la melodía de la música y a la del mar, de pronto, todo es silencio; el la mira, ella lo mira, ambas miradas cómplices se comunican, el tiempo se detiene, sus labios se acercan, un beso, un eterno beso que parece no querer terminar.
De pronto se separan, el la lleva a sentarse, en sus rostros no hay un reflejo de alegría, pero tampoco de tristeza, ya no hay que observar, decido retirarme, un poco mas allá, aun deseo tocar un poco la guitarra, toco una canción como es mi costumbre, el frío es mas fuerte y decido volver a casa, recorro mi vista hacia el lado donde están los jóvenes, ya no se encuentran, retorno caminando a casa guitarra al hombro, apresuro el paso pues los insectos no son muy buenos, la carretera a la playa pasa por los humedales, y los mosquitos se quieren dar un festín, decido abordar una mototaxi, no es necesario pasar por la tortura de ser picado, la moto avanza un par de metros, y los veo, ella camina sobre el sardinel que separa la ciclovía de la arena, el la toma de la mano para que evitar que ella pierda el equilibrio. Veo por la ventana trasera y me alejo.

Debo reconocer que escenas como esas son las que extraño de mi pasado. Pero mi viejo amigo, hay cosas de las cuales uno solo es un espectador. Por hoy te dejo, volveré a seguir platicando.

De pronto se separan, el la lleva a sentarse, en sus rostros no hay un reflejo de alegría, pero tampoco de tristeza, ya no hay que observar, decido retirarme, un poco mas allá, aun deseo tocar un poco la guitarra, toco una canción como es mi costumbre, el frío es mas fuerte y decido volver a casa, recorro mi vista hacia el lado donde están los jóvenes, ya no se encuentran, retorno caminando a casa guitarra al hombro, apresuro el paso pues los insectos no son muy buenos, la carretera a la playa pasa por los humedales, y los mosquitos se quieren dar un festín, decido abordar una mototaxi, no es necesario pasar por la tortura de ser picado, la moto avanza un par de metros, y los veo, ella camina sobre el sardinel que separa la ciclovía de la arena, el la toma de la mano para que evitar que ella pierda el equilibrio. Veo por la ventana trasera y me alejo.

Debo reconocer que escenas como esas son las que extraño de mi pasado. Pero mi viejo amigo, hay cosas de las cuales uno solo es un espectador. Por hoy te dejo, volveré a seguir platicando.
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Habla que el Mar escucha